Principios del 2010, Marzo o Abril, no recuerdo exactamente, sólo puedo asegurar que aquel día llovía, si no, como cada día, habría cogido la moto para ir a la oficina. Me encanta montar en ella y correr por la autopista, inclinando el cuerpo para que la moto vaya girando en uno u otro sentido... pero bueno, esa es otra historia y puede ser contada en otro momento... o mejor vivida.
El caso es que, como cada día de lluvia, fui a la estación del tren y me subí al primer vagón que vi que tenía asientos libres, sin reparar en quien había a mi alrededor. A primeras horas de la mañana, reconozco que más que caminar, deambulo, y mi único objetivo es llegar a un asiento, intentar leer algo y si no es posible, cerrar los ojos y dormir lo que pueda durante los casi 40 minutos de trayecto que tengo por delante.
Como cada día laborable, el tren estaba ya casi lleno cuando me monté en él, por lo que, aparte de la gente que tenía delante mío, no podía ver más allá de un metro, así que cerré los ojos y me dispuse a dejar pasar el tiempo como buenamente pudiera. Las estaciones iban pasando y los pasajeros iban entrando y saliendo según sus necesidades. Una de las veces, le tocó apearse a mi compañero de asiento, así que abrí los ojos para dejarle pasar mejor y en ese momento la vi, a unos 3 metros de distancia, sentada cerca de la puerta de salida. Fue una mirada fugaz, ya que al momento se volvió a poner gente entre nuestros caminos, pero fue un segundo muy intenso, es como si el tiempo se hubiera parado y hubiera estado contemplando sus increíbles ojos verdes una eternidad. Ninguno bajó la mirada. Fue como si me hubieran golpeado en la cara y en el estómago sin esperarlo, no supe qué había sido lo que había ocurrido, pero sí que reconocí que había pasado algo que hacía muchísimos años que no vivía.
Las paradas fueron pasando y yo intentaba por todos los medios ver a la chica de los ojos verdes, pero fue tarea imposible, una vez el tren llega a Barcelona, hay tanta gente que es imposible ver más allá de tus propias narices. Mientras, mi mente iba dándole vueltas a qué es lo que había ocurrido, eran imaginaciones mías o realmente había sido una cosa mutua. Tenía que volver a mirarla y, si ella me devolvía la mirada con la misma intensidad, sabría que no había sido casualidad. Y llegó el momento de bajarme de estación, el tren abrió sus puertas y me dirigí sin prisas hacia ella, como quien no quiere la cosa, pero al pasar junto a su asiento, giré la cabeza y la miré directamente a los ojos. Sí, me estaba mirando con la misma intensidad que antes. No me lo podía creer. Intenté aguantarle la mirada durante unos segundos, pero mi timidez pudo más, así que bajé la mirada y salí por la puerta con un hormigueo en el estómago digno de un adolescente enamorado por primera vez. Aquel día estuve en una nube.
(Fin de la primera parte)
3 comentarios:
Esperaremos la 2ª parte...Pinta bien!
Saludos.
Nuda Veritas, estoy en ello, pero poco a poco, paciencia y sin prisas, como se ha de hacer todo lo bueno de esta la vida, aparte de que éstas nunca han sido buenas consejeras.
Además, para desnudarme, metafóricamente hablando, necesito hacerlo bien, sin precipitarme y tratando de recordar lo máximo posible. ;-)
Besos hambrientos
blob rip? Escorts independientes
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